11-S

11 de septiembre de 2001. Escuchando la radio, como siempre, interrumpen la programación para informar que una "avioneta" se había estrellado contra el World Trade Center. Me levanté y puse la tele, y al ver ese desastre, ese agujero tremendo, me dije "joder, eso no lo hace una avioneta". Escuchando lo que retransmitían, vi, como medio planeta, cómo el segundo avión se estrellaba contra la otra torre. Quedé anonadado ante las dimensiones de esa tragedia. No fui consciente en ese momento de que el mundo acababa de cambiar irremediablemente... ese acto deleznable, con los Estados Unidos en manos de un paleto cabeza hueca rodeado de personas peligrosísimas como Rice o Rumsfeld, inició una cadena de acontecimientos, una espiral de violencia en el que Irak, Afghanistán, Madrid y Londres, iniciarían una danza enloquecida de muertes sin sentido, en nombre de la política o de dios (como tantas veces).

Increíblemente, el 11-S, el episodio mejor documentado de la Historia quizá, con grabaciones en directo de las explosiones, de las conversaciones de los pilotos suicidas, de los pasajeros de los aviones y mil cosas más, tiene sus negacionistas, como los que niegan el Holocausto nazi. Estos sujetos, movidos por el odio profundo a EE.UU, el fanatismo político y/o religioso y la imbecilidad más profunda, sostienen, contra toda evidencia, que no hubo aviones, sino que las torres fueron voladas por los propios norteamericanos o por los judíos. No me molestaré en refutar tan estúpida teoría, ya que es como intentar discutir con alguien que asegura fanáticamente que el cielo es rojo... hay que dejarlo en su locura. Pero ésta no es una locura inocente, es malvada además de irracional. Para ellos, mi más profundo asco y desprecio.

Así que hoy recuerdo a las 2.973 personas que murieron, de más de 20 nacionalidades, y a los más de 6.000 heridos. Especial mención merecen los 343 bomberos que cayeron cumpliendo con su deber... verlos subiendo esas escaleras, cuando seguramente su formación les decía que iban a la muerte segura, me pone los pelos de punta. Espero sinceramente no volver a ver nada semejante en lo que me queda de vida.

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