La locura y el horror

irak-suicideAyer estuve leyendo un libro titulado "La guerra eterna" (Dexter Filkins, Booket) sobre las guerras de Afghanistán e Irak, y hubo una parte en especial -es un libro brutal- que me dejó sacudido y pensando. Cuando empieza la táctica de los terroristas suicidas, se extiende por todo Oriente Medio la locura del martirio. Llegaban aspirantes a suicida de Siria, Jordania, Arabia Saudí; y en tal cantidad que no había bombas para todos. Así que en la frontera los paraban, apuntaban su teléfono y les decían que esperaran, como quien coge número en el supermercado. Luego recibían la llamada, volvían, recibían su misión (matar, simplemente matar: norteamericanos, irakíes, mujeres, soldados, niños, lo que sea) y ¡buuuummmm! a volar por el aire a mayor gloria de Saddam, de Allah o de su propio delirio.

Naturalmente, esto es terrorífico y te hace reflexionar sobre la naturaleza humana. ¿Qué clase de locura empuja a alguien a hacer estas cosas? La explicación clásica -son pobres y analfabetos- no se sostiene: muchos de estos yihadistas eran estudiantes universitarios, hijos de familias normales, incluso acaudaladas. En los vídeos que dejan a modo de testamento suelen hablar de sus motivaciones, y todos hablan del martirio, de dios, de la resurrección en el paraíso y de toda clase de disparates que no parecen normales en la cabeza de una persona medianamente formada. 

Toda esta locura parece no sólo demencial, sino antinatural. Los genes sostienen una lucha tenaz por mantener con vida el vehículo que utilizan para su propagación: nuestro cuerpo. Las personas normales aprecian su vida y se resisten a perderla. El suicidio no motivado por una perturbación mental o para poner fin a una situación extrema (una enfermedad terminal dolorosa, por ejemplo) se me antoja incomprensible. ¿Cual será la demencia que empuja a un joven con la vida por delante a abandonar este mundo estallando en pedazos y asesinando a personas inocentes? ¿Cómo puede alguien ser tan idiota como para creer que su alma subirá al paraíso de Allah en los fragmentos de la bomba, como les cuentan los asesinos de Hamás a sus incautas víctimas-verdugos? Incluso desafía el sentido común: si yo abrazara una causa por la que quiero morir y matar, lo haría de una manera que me permitiera entrar en combate más de una vez; y ni se me ocurriría atacar una muchedumbre de niños a los que los soldados están dando caramelos (caso real).

Como ven, tengo más preguntas que respuestas. En realidad, no tengo respuestas. No puede ser que tantísimos suicidas sean dementes en el sentido clínico, ni parece tener un origen socioeconómico. Evidentemente es un aspecto cultural, algo tan poderoso que anula la razón, la cordura, la compasión, el instinto de supervivencia. Para los terroristas, es un arma perfecta: envían a estos pobres idiotas a una muerte horrible, mientras ellos están seguros en sus casas fumando el narguile y colgando las explosiones filmadas en Internet.

En fin, es desalentador. Me parece que cuando lo termine me voy a dedicar a leer sobre física y astronomía, mis viejos amores. Necesito desintoxicarme.

¡Juro que lo intenté!

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Quienes me conocen un poco saben de mi desmedida afición a los libros y la lectura. Soy un lector compulsivo, sea en el hermoso libro de papel de siempre o en el formato Ebook, que no me termina de gustar porque no pueden doblarse las esquinas de las páginas ni subrayar (bueno, en el tablet sí, pero no es lo mismo que hacerlo con un lápiz). Pero... lo confieso, hay libros que no pude con ellos. Lo intenté, lo juro. El Maestro Borges comentó: "Soy un lector hedónico: jamás consentí que mi sentimiento del deber interviniera en afición tan personal como la adquisición de libros, ni probé fortuna dos veces con autor intratable, eludiendo un libro anterior con un libro nuevo..." Personalmente cada vez comprendo más al viejo cascarrabias, pero lo he intentado. Y lo siento, pero no, no funciona. Así pues, fortaleceré mi merecida fama de inculto mencionando algunos de los libros con los que no pude. Algunos son considerados obras maestras de la literatura universal, pero no he podido con ellos. Qué se le va a hacer, como decía mi abuelita "de donde no hay, no se puede sacar".

  • El Quijote. Lo sé, y por algo no digo nada acerca de dónde vivo: puede que hordas de literatos y españolistas me esperen con horcas y antorchas para lincharme. Pues lo siento, es un peñazo, un ladrillo infumable. Y no es porque sea un libro "viejo" (horror), puesto que me he tragado, por ejemplo, el de rerum natura o la Ilíada sin pestañear. Pero éste, simplemente, me parece malo.
  • Finnegan's Wake: Ya, decir que disfrutaste con este incalificable libro es el súmmum de lo fashion y lo hintelectual. Woody Allen afirma haberlo leído en la montaña rusa de Coney Island. Pues yo lo encontré absurdo, incomprensible y aburrido. Será que no soy un esteta de gustos refinados ni miembro de la avant garde.
  • Himmler. La biografía de este carnicero nauseabundo daba para mucho. Para muchísimo. Aunque no sea tan célebre como su amo, es una de las figuras clave del siglo XX. Pues bien, el señor Padfield se las ingenia para escribir un tocho donde alternativamente nos informa de hechos intrascendentes y elabora análisis psicológicos de andar por casa. Tengo una jodida biblioteca sobre la II guerra mundial, y éste es el peor libro sobre el tema.
  • Summa Theologiae. Sí, en mis años mozos tenía más paciencia con estas zarandajas y me zampé la magna (jejeje) obra del Aquinense. Joder, vaya tedio, no por el tema, absurdo de por sí (he leído bastante literatura fantástica) sino por el hecho de que Tomasito razona como una cacerola y sus argumentos -por llamarlos de alguna manera- son tan obtusos y tan fácilmente desmontables que producen un aburrimiento inenarrable. Ya no tengo paciencia para perder mi tiempo con estas lecturas, y es algo que agradezco: prefiero emplear mi tiempo en lecturas más provechosas.
  • Mahābhārata. En cierta época se me dio por profundizar en la cultura de la India (la fascinante cultura de la India) y me hice con varios textos fundamentales, como partes de los Vedas, Upanishads, etc. Muchos son fascinantes pero éste... me derrotó por completo. Traté de terminarlo, tratando de convencerme de que era una obra capital... pero no hubo manera. Y eso que a lo largo de los años fui leyendo literatura sacra india sin mayores problemas, pero en este caso el resultado fue Viasa 1 - Peregrino 0.
  • El pintor de batallas. Reverte me resultó entretenido en algunas de sus entregas de Alatriste (las últimas, un bodrio) y muy bueno en su libro sobre la guerra de los Balcanes, "Territorio Comanche". Pero nada más, ningún otro libro suyo me ha gustado. Y éste en especial es tedioso hasta la exasperación. No lo terminé.
  • Hannibal, el origen del mal. Me confieso devoto del inquietante Dr. Hannibal Lecter. La trilogía original me gustó y mucho. Pero Thomas Harris quiso rizar el rizo y se sacó de la manga este bodrio infumable donde al bueno de Lecter sólo le falta volar y tener visión de rayos X. Tremendo peñazo, donde el autor se permite hasta incluir onomatopeyas para "realzar" una escena. Inenarrable.
  • Genealogía de la moral. Conste que simpatizo con el bueno de Federico, su filosofía a martillazos y sus mitos, aunque descrea de ellos. Disfruté enormemente con "El Anticristo" o con "Así habló Zarathustra". Pero este libro... ay... no se porqué, se me trabó y no hubo manera de enfrentarme a él. Lo terminé por obstinado, pero merece su lugar en esta breve relación de peñazos.
Voy a dejarlo aquí, aunque hay más. Y quizá dentro de poco haga la lista inversa: libros que (casi) todo el mundo considera un ladrillo y un horror, y que a mí me fascinan, como las Catilinarias o La guerra de las Galias (que no de las galaxias, como respondió un alumno en un examen). Supongo que vosotros tendréis también vuestros ladrillos particulares... si es que en el mundo tiene que haber de todo, como se suele decir.

De la molécula a nosotros

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Cadena de ADN

Escribe Richard Dawkins en "El gen egoísta" acerca de las primeras formas que se replicaron a sí mismas, los remotos antepasados del ADN:

"Hubo una lucha por la existencia entre las distintas variedades de replicadores. Ellos no sabían que estaban luchando ni se preocuparon de ello; la lucha se llevó a cabo sin resentimientos, en realidad sin sentimientos de ningún tipo. Pero lucharon en el sentido de que cualquier copia con errores que diese como resultado un nivel más alto de estabilidad, o una nueva forma de reducir la estabilidad de los rivales era, automáticamente, preservada y se multiplicaba. El proceso de perfeccionamiento era acumulativo.

Las maneras de aumentar la estabilidad y de disminuir la estabilidad de los rivales llegó a ser cada vez más elaborada y más eficiente. Incluso es posible que algunos de ellos «descubrieran» cómo separar las moléculas de las variedades rivales, químicamente, y utilizar los componentes así liberados para hacer sus propias copias. Estos protocarnívoros obtenían simultáneamente comida y eliminaban a los rivales que les hacían la competencia. Otros replicadores quizá descubrieron cómo protegerse a sí mismos, ya fuese por medios químicos o construyendo una barrera física formada por proteínas en torno a ellos. Ésta pudo ser la causa de que aparecieran las primeras células vivientes.

 Los replicadores empezaron no solamente a existir, sino también a construirse, para ser utilizados por ellos mismos, verdaderos recipientes, vehículos para continuar existiendo. Los replicadores que sobrevivieron fueron aquellos que construyeron máquinas de supervivencia para vivir en ellas. Las primeras máquinas de supervivencia consistían, probablemente, nada más que en una capa protectora. Pero ganarse la vida se hizo cada vez más duro a medida que surgían nuevos rivales con mejores y más efectivas máquinas de supervivencia. Las máquinas de supervivencia se hicieron más grandes y más elaboradas, y el proceso fue acumulativo y progresivo.

¿Llegaría a tener algún final este gradual perfeccionamiento de las técnicas y artificios empleados por los replicadores para asegurarse su propia continuidad en el mundo? Habría mucho tiempo disponible para su perfeccionamiento. ¿Qué misteriosas máquinas de autopreservación producirían al cabo de milenios? En cuatro mil millones de años, ¿cuál sería el destino de los antiguos replicadores? No murieron, porque son maestros en el arte de la supervivencia. Pero no se les debe buscar flotando libremente en el mar; ellos renunciaron a esa desenvuelta libertad hace mucho tiempo. 

Ahora, abundan en grandes colonias, a salvo dentro de gigantescos y lerdos robots,encerrados y protegidos del mundo exterior, comunicándose con él por medio de rutas indirectas y tortuosas, manipulándolo por control remoto. Se encuentran en ti y en mí; ellos nos crearon, cuerpo y mente; y su preservación es la razón última de nuestra existencia. Aquellos replicadores han recorrido un largo camino. Ahora se les conoce con el término de genes, y nosotros somos sus máquinas de supervivencia.

Richard Dawkins, "El gen egoísta"
© Oxford University Press