Escenas memorables (de libros)

jorge-de-burgos
Jorge de Burgos
El otro día tuvimos escenas memorables del cine. Hoy, rememoraré algunas de libros, en el orden en que me salgan. Dado que mi memoria degenera a pasos agigantados, y andar buscando las citas textuales implicaría andar buscando en Google (o lo que es peor en mi caótica biblioteca) y estoy perezoso, simplemente mencionaré de qué se trata y quizá alguna frase aproximada. Y si no leyeron el libro en cuestión, pues hacen lo que los nativos de Zanzíbar cuando llueve.

  • El nombre de la rosa: el terrible diálogo entre William de Baskerville y Jorge de Burgos (trasunto literario de Borges, también bibliotecario y ciego) acerca de la risa. Pocos personajes más tristes y amargados que Jorge ha producido la literatura.
  • El aleph: Este sí me lo sé de memoria: cuando Borges visita la casa de Beatriz, a pesar de su estomagante primo, y mirando su retrato le dice con desesperación "Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges". Ese "perdida para siempre" introduce en tres palabras lo irrevocablemente trágico de la muerte y tiñe la escena de tristeza y melancolía.
  • Cosmos: El libro entero es una maravilla, pero especialmente cuando habla acerca de que la Tierra es la orilla del océano cósmico, y que el mar del infinito nos llama, remueve algo muy hondo en mí, y creo que en toda la especie humana (salvo aquellos que dicen que viajar al espacio es un despilfarro porque hay problemas en la Tierra. Si fuera por esa gente, todavía la Humanidad estaría apelotonada en África Oriental... total, para qué ir más allá).
  • El Señor de los Anillos: Aquí estoy en un aprieto: me fascina todo el libro, entero. Elegiré tres escenas al azar: cuando Gandalf, en las Minas de Moria, le dice a Frodo que no sea ligero al adjudicar la muerte; cuando en las laderas del Orodruin Sam carga con Frodo, que no puede más, y la despedida final en los Puertos Grises (no os diré "no lloréis", puesto que no todas las lágrimas son malas). Madre mía, qué libro.
  • Martín Fierro: Libro canónico en Argentina, una historia de gauchos escrita en verso. Hay una escena memorable, cuando Cruz, un milico de los que está acosando a Fierro, echa pie a tierra gritando que no va a consentir que maten a un valiente y se pone a luchar codo a codo con éste.
  • La sombra sobre Innsmouth: Estupendo relato de Lovecraft. Hay una escena muy buena cuando describe el ambiente de decadencia y podredumbre del barrio cercano al puerto, pero la persecución final del melindroso protagonista por parte de las deformes huestes de Cthulhu es verdaderamente angustiosa. Muchos relatos de este hombre producen realmente una sensación pesadillesca.
  • The road: Brutal y sombría novela de Cormac McCarthy. Un hombre y su hijo recorren un Estados Unidos postapocalíptico, donde no hay comida, ni animales, ni plantas. Hay una escena especialmente espeluznante en la que entran en un sótano buscando algo que comer, y se encuentran con seres humanos encadenados, destinados a servir de alimento a una banda de caníbales. Horroroso.
conan
Conan, el hombre que no sabe llamar a la puerta
  • Cánticos de la lejana Tierra: En esta historia de amor espacial, Arthur C. Clarke nos pinta la destrucción de nuestro planeta al convertirse el sol en "nova" (es un error de bulto, pero bueno... al tío Art se lo perdonamos). Y hay una escena terrible, cuando los tripulantes de la nave se alejan del planeta sentenciado y ven mediante sus telescopios la agonía y muerte de la Tierra. Te entran ganas de llorar.
  • Hombres a caballo: Un relato periodístico del inicio de la guerra de Afghanistán, gran parte de la cual se libró, literalmente, a caballo. Hay dos escenas que me quedaron grabadas: una es cuando el norteamericano decide impresionar a su colega afgano, y decide pedir el lanzamiento de una bomba GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast bomb (MOAB), el artefacto no nuclear más poderoso existente en ese momento... las comunicaciones talibanes (unos se escuchaban a otros todo el tiempo) son aterradoras, los tíos estaban seguros de haber sido víctimas de un ataque nuclear. Y la otra es cuando uno de sus combatientes se acerca al general Dostum, de la Alianza del Norte, y le dice que si pueden aplazar un par de días un ataque, que unos primos suyos reclutados a la fuerza están en el pueblo que será atacado, y el otro accede... estas prácticas, al parecer, eran de lo más común. 
  • El vino del estío: En esta maravillosa serie de relatos, Ray Bradbury nos describe el verano de 1928 (creo) en un pueblecito del interior de Estados Unidos, desde el punto de vista de dos niños. Y la Historia de la muerte de la bisabuela es de las que me hace llorar como un pelotudo cada vez que la leo, no puedo evitarlo.
  • Hazañas y chapuzas bélicas: El más irreverente e iconoclasta repaso a las acciones bélicas que haya leído. Humor negro y sardónico, a veces salvaje, sirve para ilustrar las más delirantes historias guerreras (la descripción de la épica batalla de Perejil, titulada "Los teleñecos en Iwo Jima", es para hacerte perder el sentido de la risa). Pero la escena en que describe un "general" liberiano que se hacía llamar "Butt Naked" (Culo al aire, lo traducen), que entraba en combate desnudo, bañado en sangre de un sacrificio humano y llevando peluca y bolso de señora es verdaderamente inenarrable. Si no fuera tristemente cierto, sería una obra maestra del surrealismo.
  • Conan: Uno de los tantos relatos de Robert E. Howard, no recuerdo cuál. Llega el ínclito Conan a una posada en una ciudad en el desierto, saca su espada y aporrea la puerta con el pomo, mientras vocifera algo como "¡Abre de una vez, por Crom, quiero comida y un lecho, y lo tendré aunque tenga que echar la puerta abajo!". Siempre me he preguntado... ¿no podía simplemente usar el llamador como todo el mundo?
Bueno, ya vale por hoy. Seguramente habrá una segunda entrega, que libros es lo que sobra en casa del Peregrino Gris. Y respecto a lo que hacen los de Zanzíbar cuando llueve quizá os lo cuente en otra ocasión. O no. Nunca se sabe.