La cultura del odio

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Recuerdo con cierta nostalgia los tiempos -al decir de Cortázar- "dulcemente ingenuos" en los que llegué a creer en la bondad innata del hombre. No sé qué ceguera o desvarío me impedía ver la realidad, y tesis como la de Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones no me parecían correctas o fundadas. Claro que esto es la teoría, luego vienen los hechos y de un trompazo te despiertan (salvo que la ceguera sea voluntaria, en cuyo caso estamos hablando de otra cosa).

Me impulsa a escribir estas breves líneas la lectura de un libro terrible y asqueante, "La torrre elevada", de Lawrence Wright. En él se detalla la historia del incalificable Bin Laden desde los tiempos en que era un don nadie, hasta el 11-S, pero siempre en el marco de la cultura islamista. Cuando lees los textos de esos tipos, te entra una mezcla de rabia y asco, a la vez que asombro ante su profunda estupidez e ignorancia. Tienen cierta astucia, como la que les lleva a tener la piel muy fina cuando alguien los enfrenta (se declaran "víctimas", "perseguidos", "ofendidos" y demás zarandajas a la primera de cambio, por unas palabras o por un dibujo, exigiendo una tolerancia que ellos jamás otorgan: en sus bárbaros países por mucho, muchísimo menos, te matan o te mutilan), pero no van más allá. No hay argumentos, sólo imbecilidades como "debemos sentirnos ofendidos profundamente por la música, porque ella pervierte a las mujeres". Eso no es un razonamiento, es una completa estupidez que no podemos calificar siquiera de medieval, porque en el medievo las mujeres cantaban o bailaban sin mayores problemas.

Luego, como decía, la realidad te golpea: en los dos países en los que he residido ha golpeado el islamismo: en Buenos Aires volaron la Embajada de Israel y la AMIA (una mutual judía), y en España perpetraron los ataques contra los trenes (no, fachas, no fue ETA). Y cuando pasan esas cosas te das cuenta que las palabras no son ociosas. Veamos un breve ejemplo de vomitiva propaganda islamista, obra de un enajenado llamado Abdul Rahman:

"Cortad el transporte en sus países, destrozadlo, destruid su economía, incendiad sus empresas, eliminad sus intereses, hundid sus barcos, derribad sus aviones, matadlos en el mar, el aire o la tierra"

Visto así, en letra impresa, puede parecer el delirio de un loco; después del 11M, del 11S, de los atentados de Nairobi y Tanzania; de las masacre de Bali y Delhi, de Buenos Aires, Tel Aviv y Madrid... ya no son sólo palabras. Son la expresión de un odio fanático que, cuando puede, se materializa en asesinato de civiles. Notad que estos "guerreros" sólo atacan a civiles: nunca los veréis atacando bases militares o cualquier otro objetivo bien defendido. Y sus bases se encuentran, indefectiblemente, en áreas civiles densamente pobladas, de modo que cualquier represalia contra ellos causa bajas que tienen la desvergüenza de utilizar luego como propaganda, siendo ellos mismos quienes han usado de escudos humanos a sus compatriotas o correligionarios. Tienen de guerreros lo que yo de bailarina de ballet. Cambian sus nombres, pero da igual: llámese Al Qaeda, Hezbollah, Hamás, Brigada de mártires de Perico de los Palotes (las hay a centenares), todos tienen el mismo modus operandi: matar civiles, tantos como sea posible. Civiles que iban a trabajar en el bus de Tel Aviv (por ser un asqueroso judío) o en el tren de Atocha (en la lucha por restaurar el califato de Al Ándalus). Civiles como tú o como yo: matarnos, ése es su objetivo, la razón de su lucha. Incluso si no estás de acuerdo conmigo, incluso si los apoyas (puedes desgañitarte gritando contra EEUU o Israel en una manifa), da igual, te matarían de todas formas, eres un infiel y no tienes derecho a la vida).

En fin, podría seguir y seguir: solamente lo que han hecho estos salvajes en Afganistán daría para ocupar el blog entero, y no tengo ganas. Simplemente necesitaba escribir esto a modo de catarsis, ya que es difícil hablarlo. El antisemitismo es una lacra de honda raigambre en Europa, desde Rusia hasta España, pasando por Alemania o Polonia; y desgraciadamente muchas personas que conozco tienen simpatía por algunos de estos salvajes: es progre y bien visto apoyar a Hamás o Hezbollah... tipos que le cortarían el cuello a sus bienintencionados -y pánfilos- admiradores europeos. Pero da igual, matan judíos, y eso es lo importante (judíos civiles, quiero decir: en la base de la Sayeret Matkal o la Duvdevan no ha caído jamás un tiro ni una bomba).
En fin, que creo que don Samuel, con algunas excepciones, acertó bastante. No creo que las cosas vayan a mejor, al contrario. El mecanismo de acción-reacción es prácticamente imparable. Lo he dicho alguna vez: si quieren voluntarios para un viaje para colonizar Marte, me apunto. 



A don Jorge Luis

                                                                                    A Jorge Luis Borges


borges
Apenas puedo entreverte
como si compartiera tu ceguera.
El polvo del tiempo,
que es olvido
Lentamente borra tu gris figura.
Hubieras querido
portar una daga y no una pluma.
Hubieras querido
morir peleando,
en un arrabal perdido.
Suerte tenemos que no fue así.
Hubiéramos perdido
un escritor, un develador
y un poeta
Sólo a cambio
de un triste rufián
de oscura gloria,
de irrisoria valentía inútil,
de melancolía suburbial
y poca cosa.

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Amanecer


Una oscuridad roja y líquidos que corren, y el lejano, regular, incesante tam-tam. Y los oscuros pensamientos que no son pensamientos y los movimientos leves, breves, furtivos, lentos. Las sacudidas, el balanceo, el girar, ni arriba ni abajo, sólo un Aquí. Y el tiempo no existe, ni ayer, ni ahora, ni mañana, por supuesto. La paz anterior a la Caída, cuando el mundo era joven. El apacible mar rodeando todo, marcando los suaves límites imprecisos. El obsesionante latido, y los fluidos, y cada cosa en su lugar preasignado, cumpliendo silenciosamente su función y su propósito. Cosas que aún no cumplían función alguna, pero que lo harían, sí que lo harían. Y cosas que ahora funcionaban, y más tarde serían inútiles e innecesarias. Pero en ese tiempo sin tiempo, en ese espacio ingrávido todo era posibilidad, promesa, futuro, si tal cosa existía. Todo transcurría exacto, invariable pero cambiante, cada vez más y más complejo, como si el orden ilusoriamente le ganara la batalla a la entropía. Los sistemas crecían, se ampliaban y diversificaban, y los líquidos corrían, y el lejano tambor batía y batía. Alguna vez un pequeño sobresalto, una irrupción, un momentáneo desorden. Algo que empujaba rítmicamente desde abajo (¿abajo?) mientras el sonido lejano se aceleraba y todos los humores corrían más deprisa. O presiones desconocidas desde delante o arriba (¿?). Pero Ahora, ahora hay un Ahora, algo cambia, el Universo se cierra, se comprime, el lejano sonido se acelera más, cada vez más y la presión y un dolor y deslizarse y caer y el horror y el miedo atrozmente primitivos sin nombre aún, sólo miedo y de repente el estallido, la luz, el aire.

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feto