10 personajes de la literatura

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Aragorn hijo de Arathorn
Los asiduos ya saben cómo funciona este blog: no hay nada preparado ni meditado, las cosas salen en bruto... si gustan, bien, y si no, pues... mala suerte. Hoy se me ha ocurrido poner diez personajes de la literatura que me han atrapado por lo que sea, así que agarré la libreta y apunté sin cavilar demasiado los primeros que se me ocurrieron. Aquí están:
  • Gandalf, Olórin o Mithrandir: Naturalmente, en primer lugar el mismísimo Peregrino Gris que da nombre al blog. ¿Qué decir de Gandalf, que ha definido el aquetipo de mago errante en el siglo XX? No es humano (en el mundo de Tolkien es un Maiar, un espíritu que puede cobrar forma, de la misma categoría de Sauron, su enemigo mortal), pero sus poderes tampoco son ilimitados. Colérico, bondadoso, amante de los hobbits aunque a veces lo saquen de sus casillas -algunas de sus frases más cáusticas están dirigidas a ellos, en especial al incordio ambulante llamado Pippin-, peregrino infatigable, consejero, guerrero, sabio y humilde... una mezcla de Odín y Merlín, pero con el toque magistral de Tolkien.
  • Carlos Argentino Daneri: El pedante e insufrible poeta que nos pinta Borges en El Aleph. El hombre, (repito la palabra), pedante hasta la exasperación tiene en su casa un Aleph, es decir un punto en el cual pueden verse a la vez todos los puntos del Universo desde todos los puntos de vista posibles, sin superposición y sin transparencia, nos informa Borges. Esto casi lo enloquece, y acomete la absurda tarea de describir en verso el mundo entero. No los países, o las culturas: todo lo que el mundo contiene, cada brizna de hierba, cada hormiga, cada árbol. Es un personaje tan desmesurado que no me resisto a dejarles una de sus frases, como ejemplo de su (otra vez, van tres) pedantería absoluta: "Es el Príncipe de los poetas en Francia", repetía con fatuidad. "En vano te revolverás contra él; no lo alcanzará, no, la más inficionada de tus saetas.". Después de este ejemplo de su prosa, no puedo añadir nada más.
  • Charles Dexter Ward: Protagonista de una espléndida novela breve de H.P.Lovecraft, el pobre Charles sufre el clásico destino del aprendiz de brujo: invocar a fuerzas demasiado poderosas como para ser dominadas. Indagando al principio en asuntos genealógicos -tema recurrente en los relatos de Lovecraft- se topa en su pasado con una figura siniestra: Joseph Curwen, un hombre proscrito que parecía no envejecer. Se embarca en una búsqueda que lo ahonda en las ciencias ocultas, y descubre el secreto de su antepasado: ha logrado realizar lo que el mago medieval Paracelso llamaba palingenesia, es decir evocar la imagen de algo muerto mediante sus cenizas. Así, Curwen y sus secuaces saquean tumbas de grandes pensadores y científicos para arrancarles su sabiduría. Finalmente se desvela el verdadero propósito del siniestro brujo: que su descendiente lo resucite a él, usando sus cenizas, pero una vez que Charles lo ha hecho, lo asesina y pretende hacerse pasar por él. Es uno de los mejores relatos del caballero de Providence, en mi concepto.
  • El Capitán Nemo: Uno de tantos personajes inolvidables del gran Verne. Oscuro y atormentado, en el libro más conocido, "Veinte mil leguas de viaje submarino", no sabemos quién es ni porqué se dedica a atacar a los barcos con su submarino eléctrico. Un verdadero héroe decimonónico que se pasea por las llanuras de la Atlántida, pelea con krakens y es un poco la excusa para que Verne nos deje, una vez más, boquiabiertos ante su presciencia.
  • Impey Barbicane: Más Verne. Éste es el arquetipo del yankee, el presidente del "Gun Club", una asociación de artilleros veteranos de la guerra civil. Uno de esos tipos para los cuales no existe la palabra "imposible". Viendo cómo el club languidece en tiempos de paz, propone construir un supercañón con el cual disparar una bala a la Luna. Los cálculos de Jules fueron tan precisos, que sitúa el sitio no muy lejos de Cabo Cañaveral (no es azar, es una cuestión matemática referida al ángulo y velocidad de salida del vehículo). Es un tipo genial aunque austero, complementado por otro personaje genial, Miguel Ardan, el infaltable francés, que da un vuelco a la trama anunciando que viajará en el proyectil. Uno de los libros que leído quizá centenares de veces desde mi infancia.
  • Aragorn, Elessar: Si me pongo con Tolkien, no termino nunca y transformaría el blog en algo sólo sobre la Tierra Media. Pero no me resisto a esta figura, el rey destronado, atormentado porque teme enfrentarse a su destino. Curiosamente, me atrae más la figura del Aragorn montaraz (vaya palabra más horrible para traducir ranger), viviendo al aire libre, cazando a los servidores del mal, alojándose en sitios de mala muerte, roñoso y temido por los aldeanos que el Aragorn Rey, tan impoluto y majestuoso. Será mi vena ácrata, que le tiene alergia a la monarquía.
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William of Baskerville
  • Pierre Gringoire: De los varios personajes de Nuestra Señora de París, me quedo con el pobre Pierre. El cura es un asqueroso, el pobre Quasimodo mueve a compasión, el capitán Phoebus es un fanfarrón y un idiota, la Esmeralda... qué decir de ella que no sea no apto para menores. Pero Pierre, despistado, enamorado sin esperanza, poeta, bravo a su manera, superviviente de la Corte de los Milagros, es una figura entrañable y de las mejores que han surgido de la pluma del gran Víctor.
  • HAL 9000: El increíble ordenador HAL es un maravilloso paradigma de los ordenadores o robots en conflicto con las tres leyes de la robótica enunciadas por Asimov. Tras el descubrimiento de la existencia de vida inteligente, una tripulación se dirige a la luna Japeto, aparentemente en misión de exploración. Hay dos tripulantes despiertos y el resto hibernado... pero sólo HAL sabe el verdadero objetivo de la misión. Y no es una mera máquina, tiene consciencia, temores, remordimientos... y enloquece ante la contradicción entre sus órdenes y las leyes generales que ha de cumplir. La escena en que lo desconectan es realmente patética.
  • William de Baskerville:  El espléndido Sherlock Holmes avant-la-lettre que nos regala Umberto Eco en El nombre de la rosa. Sagaz hasta lo indecible, humano en una época y en una institución inhumanos, nos regala espléndidos soliloquios sobre filosofía tomista, y nos hace partícipes, junto con su amigo Ubertino da Casale, de la gran epopeya de los movimientos heréticos y cismáticos de ese convulso siglo XIV. A veces me resulta un poco increíble, es difícil que una persona se sustrajera al bárbaro ambiente imperante, y parece razonar como alguien del siglo XX, pero ante escenas como su enfrentamiento con Jorge de Burgos por el tema de la risa en Aristóteles, le perdono cualquier desliz.
  • Richard III: No podía evitar a mi querido amigo William. Muchas de sus criaturas pueblan mis recuerdos literarios: Hamlet el indeciso, el animoso Henry V, el infame Yago, el celoso Othello, el trágico Lear... pero un canalla tan redomado como Richard III no puede faltar en la lista. Es malo, pero malo, malo; malo malísimo. El tito Shakespeare acentuó su supuesta deformidad como símbolo de la deformidad de su alma, pero los cuadros no lo muestran tan mal. Seduce a una mujer a la que acaba de dejar viuda, hace asesinar chiquillos en la Torre de Londres (si esas paredes hablaran...). En fin, una mala bestia. Su símbolo heráldico era el jabalí, y así termina, cazado y acosado como un animal. Su patético grito "un caballo, un caballo, mi reino por un caballo" resuena a través de los siglos, y lo seguirá haciendo.
En fin, como lector fase terminal, podría seguir y seguir, pero prometí sólo diez. Cada cual tendrá los suyos y los echará en falta. Pero bueno, se hace lo que se puede. Y ellos siempre estarán ahí, esperando que abramos el libro o encendamos el ebook, como viejos y fieles amigos.