Es ampliamente conocida (aunque no bien conocida) la personalidad psicopática, que suele asociarse a esos monstruos que de vez en vez aterrorizan a la sociedad con repugnantes crímenes. Eso es lo que llamaríamos un psicópata criminal. Pero hay infinidad, muchísimos más que éstos, que se denominan psicópatas subcriminales: personas con mentalidad psicopática (crueldad, carencia de empatía, incapacidad para el remordimiento) que nunca llegan a delinquir, desfogando sus insanas pulsiones a través de otras vías. E Internet, con su anonimato -relativo, es anónimo para la gente de a pie, pero transparente para la policía, los Servicios de Inteligencia y demás- es terreno abonado para que medren estos ejemplares.
Efectivamente, la Red es lo que en el Indostán llamarían Samsara: un juego ilusorio de apariencias donde se muestra sólo lo que se quiere mostrar, y algunas mentes retorcidas crean verdaderos alter ego, con minucioso detalle. En efecto, si estás intercambiando impresiones con alguien que lleva la foto de una chica rubia, dice llamarse María de las Mercedes y que vive en Ciudad Real, no puedes saber realmente si es ella o un tipo llamado Manolo, barbudo y que reside en Pamplona. Esto puede ser simplemente un juego que lleva adelante alguien con una vida muy (muy) aburrida, o algo más: una de las facetas de los depredadores de Internet.
Tras tantos años en este medio, y habiendo leído algo al respecto, creo que la persona que entra a las redes para hacer daño encaja en uno de los subtipos definidos por Robert Ressler, creador de la Unidad de las Ciencias de la Conducta del FBI, principalmente por sus motivaciones. Tenemos en primer lugar a la persona que ejerce la crueldad por diversión: esto nos parece aberrante a la mayoría de nosotros, pero hay bastantes seres sin escrúpulos ni remordimientos a los que causar daño psicológico o emocional les regocija. Tiende su trampa, espera pacientemente a que el/la víctima haya entrado en su red y le otorgue su confianza (a veces incluso su cariño más profundo) y entonces, como una araña venenosa, le asesta el golpe de gracia, dejando a la otra persona dolorida, machacada, humillada, y por monstruoso que parezca esto le genera un gran regocijo y diversión. Otra muesca en su revólver, y a por el siguiente.
En segundo lugar encontramos a alguien que roza ya lo enfermizo (pero ojo, no son enfermos): es el caso de quienes realizan estos actos por placer, a veces en cumplimiento de una fantasía. Personas amargadas, arrastrando toneladas de complejos, que quizá en su día sufrieron un golpe y, enfadadas con la vida, se toman desquite -según su anormal óptica- en otros, sabiéndose impunes ya que nada de esto es delictivo, sólo repugnante. Con meticulosa paciencia crean una situación y una personalidad, mostrando una cara que no es realmente la suya, que suele ser encantadora e irresistible. Luego proceden como en el caso anterior: una vez atrapada la víctima en su red, la destrozan emocionalmente, mostrando su vil rostro (esta vez sí el real) y hallan una gran placer en ello. Naturalmente, este placer es efímero, por lo que una vez acabada su tarea, vuelven a urdir otra treta para el próximo incauto.
¿Qué hace ante estos casos? Realmente, no se puede hacer mucho. Si pasas de la red social a otros medios, y en una videoconferencia ves que María de las Mercedes es efectivamente una chica, sólo constatas eso: la webcam no revela los pensamientos (naturalmente, si en realidad es Manolo, siempre hallará una excusa para eludir esto: no tiene webcam, se le rompió justo ayer, etc). Sólo queda estar atento, muy atento. Y si las cosas huelen muy mal, recopila pruebas: capturas de pantalla, historiales de chat, SMS si tuviste la imprudencia de darle el teléfono, tweets... todo lo que sirva en caso de que cruce la línea -cosa que estos depredadores/as sucede raramente- y tengas que interponer una denuncia.
La Red es un sitio genial. Tienes a tu disposición ingentes cantidad de información en menos de un segundo. Las mismas redes sociales te permiten conocer a gente estupenda. Pero nunca olvidemos que es un ecosistema, y en él encontramos desde la más bella ave al más repugnante y letal insecto. Así que a pasarlo bien, pero siempre con el radar activo. Más vale prevenir que curar.