Brunanburh, 937 A.D.
Jorge Luis Borges
Nadie a tu lado.
Anoche maté a un hombre en la batalla.
Era animoso y alto, de la clara estirpe de Anlaf.
La espada entró en el pecho, un poco a la izquierda.
Rodó por tierra y fue una cosa,
una cosa del cuervo.
En vano lo esperarás, mujer que no he visto.
No lo traerán las naves que huyeron
sobre el agua amarilla.
En la hora del alba,
tu mano desde el sueño lo buscará.
Tu lecho está frío.
Anoche maté a un hombre en Brunanburh.
Nota del autor: Son las palabras de un sajón que se ha batido en la victoria que los reyes de Wessex alcanzaron sobre una coalición de escoceses, daneses y britanos, comandados por Anlaf (Olaf) de Irlanda. En el poema hay ecos de la oda contemporánea que Tennyson tan admirablemente tradujo.
Borges, el incesante Borges, el culpable de que me tragara las sagas nórdicas. En este breve poema me conmueve que quien habla, un rudo y tosco guerrero sajón, en quien piense no es en su enemigo vencido, ni en la gloria de su tribu, sino en la mujer que esperará en vano al caído... es singularmente conmovedora para mí la imagen de la mano de la mujer dormida buscando al ausente, que no volverá. Poco a poco iré compartiendo mis poesías favoritas, un género que me costó apreciar, como ya conté una vez. Poco a poco, que hay más días que longanizas. (Vaya final más poco poético, oye).
(Estoy seguro que el guerrero de arriba no se parece al nada al que habla en el poema de Borges, pero la imagen me gusta)