Supernova 1987A |
Esto ya lo publiqué antes, pero estoy perezoso... les voy a contar un cuento. Hace miles de millones de años, una estrella, en algún rincón del universo explotó. Eso no es raro, vamos. Cuando una estrella es mucho mas grande que el Sol, su muerte es espectacular: se llama supernova. Las estrellas existen en un equilibrio precario entre dos fuerzas: la gravedad, que quiere comprimirlas, y la fuerza nuclear, que quiere expandirlas. Cuando una estrella es muy, muy grande, el resultado final es una explosión, durante la cual la estrella brilla como toda una galaxia de 100.000 millones de soles. Pero antes de esto, por una serie de reacciones termonucleares, en su larga agonía la estrella fabrica elementos muy distintos al hidrógeno y el helio de nuestro Sol: hierro, uranio, potasio, fósforo… sustancias familiares, porque están en tu cuerpo. Al explotar, la supernova le hace su último regalo al Universo: siembra el espacio y las nubes de gas que hay en él con estos elementos raros.
Ahora bien, millones de años más tarde, esta nube enriquecida empieza a contraerse por efecto de la gravedad, y una vez iniciada la contracción, es imparable. Continúa hasta que la presión genera calor suficiente como para que se encienda una nueva estrella… pero esta nueva estrella, llamada “de segunda generación”, y el gas que la rodea, de la cual se formarán los planetas como los de nuestro Sistema Solar, no es sólo hidrógeno y helio… contiene aquellos elementos más pesados que nos regaló la muerte de la supernova. Y cuando del halo que la rodea se forman los planetas, estos contienen cosas muy, muy raras en el universo, como uranio, molibdeno, iridio, estroncio… y nuestros queridos amigos el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos, el potasio que ayuda a latir nuestro corazón.
Millones de años después de formado el planeta, la combinación de sustancias químicas y las condiciones adecuadas crea la vida, que evoluciona… eventualmente, un primate erguido desarrolla de forma inesperada una parte importante del cerebro, y tiene conciencia de sí mismo y del Cosmos. Carl Sagan decía que somos la Consciencia del Cosmos, el Universo que se observa a sí mismo, sus ojos y oídos. Piensa en ello… los átomos que están en tu cuerpo fueron forjados hace miles y miles de millones de años, en la explosión de una estrella distante. No otros átomos, sino los mismos. Han hecho un largo viaje desde una estrella moribunda hasta ti. Cuando alces la vista al cielo, bien puedes dar las gracias.