Inquietudes metafísicas


buddhaYa he dicho en alguna ocasión que soy ateo. Y no sólo ateo, sino descreído acerca de todo lo que se trate de seres espirituales, ángeles, diablos, extraterrestres que vienen a salvarnos y demás criaturas propias de la imaginación humana. Pero en cierta época de mi vida me acerqué a una filosofía que en occidente se suele tachar de espiritual -cuando no de religiosa-: me refiero al budismo. 

Creo que todos, en mayor o menor medida, hemos padecido en algún momento de nuestra vida lo que se ha dado en llamar angustia metafísica, ese vacío vital que te llena el alma de dolor. Muchas personas, en tales trances, suelen acudir a la religión, cosa que en mi caso es inviable: nunca creí en dioses, quizá consecuencia directa de la educación de un padre anarquista y ateo. Pero a raíz de la lectura de un librito que compré en un quiosco me acerqué al budismo, y no tuve mayor problema. En principio (digan lo que digan quienes no lo han estudiado) no es una religión: Siddhartha Gautama no es un dios, ni el hijo de un dios, ni un enviado, ni un profeta ni nada que se le asemeje. Fue un hombre, que hace unos 25 siglos, decidió encarar precisamente el tema del dolor y hacerle frente con las armas de las que disponía en esa época y cultura, y escogió seguir unos preceptos y una herramienta: la meditación. Y punto leré, no hay más. En numerosas enseñanzas suyas, cuando sus discípulos se iban por las ramas y empezaban a preguntarle por los dioses o la vida después de la muerte, o la reencarnación, los mandaba secamente a paseo. Así que ya vemos que de religión, nanay.

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Para meditar no hace falta un templo
Claro que el tiempo pasó, y una vez muerto Gautama, florecieron toda clase de escuelas de interpretación de sus enseñanzas, que, efectivamente, transformaron al Buddha en un ser cuasidivino, que obraba prodigios y demás zarandajas (cosa comprensible por otra parte). Actualmente, quizá la rama del budismo más conocida sea la menos cercana al espíritu original del Buddha, la más cercana al pensamiento mágico: es la escuela Gelugpa del Tíbet, cuya cabeza es el XIV Dalai Lama (una vez casi me troncho cuando alguien, en un medio de comunicación, se refirió al Dalai Lama como "el Papa de los budistas"). También son conocidos (aunque su enseñanza no) los monjes Zen de Japón... paradójicamente la escuela más pura, la más fiel a la enseñanza original, la Theravada,  es casi desconocida en Occidente... quizá sea porque su práctica es austera y ardua, muy poco fashion.

En fin, que no pretendía soltar un rollazo sobre budismo. El tema es que estuve muy involucrado con ellos, aprendí a meditar, estuve incluso un tiempo en un monasterio en una época particularmente dura de mi vida, y me brindaron apoyo, consuelo y herramientas mentales para hacer frente a lo que me pasaba, y todo ello a cambio de nada: no me exigieron que me convirtiera, ni siquiera aceptaron dinero. Vamos, que sinceramente me gustaría poder llevar el budismo como forma de vida, pero, siendo sincero, no puedo. Intelectualmente me atrae, creo que los cuatro puntos fundamentales son verdades como puños, pero mi temperamento me impide regir mi vida según esas enseñanzas. Por ejemplo, y sin ir más lejos, si pillaba a los responsables de estar destrozando las vidas de mis conciudadanos, los hacía filetes... algo muy, pero que muy poco budista. En fin, el eterno choque entre la razón y la pasión. Y en ese choque este Peregrino siempre estará del lado de la pasión.