No tiene nada que ver, pero me gusta |
Hay palabras inglesas que me encantan. Transmiten una sensación, además de su significado literal. Como moonlight, simplemente la luz de la luna, pero evoca inmediatamente romanticismo. Pues lo mismo me ocurre con emptiness, vacío o vacuidad. Está el simple vacío físico (un museo vacío), pero también está el vacío del alma, ése que nos asalta a veces. No sé si le pasa a todo el mundo, o si comerse la cabeza con asuntos metafísicos es ocupación de algunos, mientras el resto se dedica simplemente a disfrutar de la vida. No tengo ni idea. Lo que sí tengo claro es que la angustia existencial, cuando se presenta, puede ser muy dura.
La satisfacción interna plena me resulta difícil de lograr, y creo que Occidente entero ha evolucionado en un sentido del que nos será difícil salir, si es que nos interesa salir, cosa que dudo. Durante siglos, las inquietudes metafísicas sólo tenían una respuesta: la religión (y más te valía que no te apartaras de esa ortodoxia, si no querías ser protagonista involuntario de un asado a la leña), pero la Ilustración y el auge de la ciencia terminaron por dar al traste con esta solución, que en realidad no era tal. Hoy, con las herramientas que la educación ha puesto a mi alcance, no puedo, literalmente, creer en leyendas de la edad del hierro, concebidas por un puñado de pastores en Cercano Oriente. Esos mitos tan bastos, tan fácilmente refutables, tan vapuleados por la ciencia, que los ha desmontado del primero al último... eso, obviamente, no puede servir a ningún propósito de satisfacción metafísica o interna.
Muerta la religión a efectos prácticos (hablo de convicción profunda, no de actos sociales), Occidente llenó ese hueco con el consumo. Consumo de cosas y más cosas. Tenemos acceso a una gama ilimitada de objetos. Y consumimos también cosas que tienen un aspecto, digamos, espiritual. Consumimos yoga, reiki, ayurveda... consumimos, previo pago, claro, todo lo que el cambalache espiritual nos ofrece. ¿Y cual es el problema? Que nada de esto sirve de veras cuando sufrimos el asalto de la angustia de la existencia. Ni las cosas, ni las tonterías místicas sirven absolutamente para nada cuando nos enfrentamos a la certidumbre de la aniquilación que nos espera, ni cuando nos preguntamos qué estamos haciendo con nuestra vida, qué es lo que queremos en realidad, porqué si lo que de verdad deseamos es otra cosa, no lo hacemos simplemente en vez de darle vueltas. No es que yo, particularmente, desee en este momento hacer un cambio radical de vida, pero me ha pasado, sé lo que se siente, y sé que en esos momentos de angustia no hay nada en este mundo, ni la muerta religión, ni objeto alguno, ni mandanga esotérica que te sirva de nada.
En fin, ya veis, hoy me dio por divagar. Y si alguna vez ven que este blog no se actualiza, no se preocupen: seguramente habré decidido cambiar de vida y estaré en un monasterio zen meditando sobre la existencia, o pilotando un Cessna en Kenya. Los caminos del Peregrino Gris son inescrutables.