SWAT (Los hombres de Harrelson) |
Ataque de nostalgitis del Peregrino gris. Evoco mi infancia, y uno de los recuerdos que acuden a mi mente es el de las series televisivas. Hace poco bajé del Emule (sí, soy un asqueroso pirata) un capítulo de SWAT (conocido por mis amigos españoles como Los hombres de Harrelson) y por poco me entra un ataque epiléptico de la risa. ¡Qué mal han envejecido! Veía yo a esos intrépidos policías al asalto de peligrosos delincuentes sin casco, ni equipo... ni un triste cargador de repuesto para el fusil. Pero bueno, quizá lo mejor sea dejar el recuerdo de aquello donde debe estar, en el arcón de la memoria, cubierto por la pátina del tiempo y representando un trocito de la edad de la inocencia. Son muchísimas, pero he evocado algunas... mis amigos de España algunas no las conocerán, pero ya los pongo al día de la cultura popular setentera en Argentina:
- SWAT (Los hombres de Harrelson): Qué les voy a contar. La madre de todos los estereotipos, dando origen a muchas series posteriores: el guapo, el gracioso, el jefe eficaz y duro, pero bonachón... era la favorita para nuestros juegos infantiles... la frase "¡TJ, al tejado!" es mítica.
- CHIPS: Las trepidantes aventuras de... dos agentes de la patrulla motorizada de tráfico en California. No, no es broma. Dos jodidos polis de tráfico, uno rubio y WASP, el otro moreno y "latino". Y curiosamente, nunca hacían lo que se supone que hacen, sino que desbarataban bandas de traficantes, rescataban rehenes, y (cómo no) se ligaban a la chica de turno.
- La familia Addams: Con esta serie me enamoré para siempre de Morticia Addams, me reí como loco con el tío Lucas (Fétido en España) cuando se metía una bombilla en la oreja y la encendía y disfruté viendo cómo visitantes inoportunos caían en las garras de Débora Dora, su planta carnívora.
- Kung Fu: El nombre de este arte marcial se comió al del protagonista. Para nosotros no era Kwai Chang Caine, sino simplemente Kunfú. Personalmente creo que fue una de las mejores expresiones televisivas del espíritu New Age de los '70, con un batiburrillo imposible de pseudomisticismo oriental y serie del Oeste. Era lineal a más no poder: Kunfú llega a un sitio, hay alguien en peligro, los malos vapulean a Kunfú, Kunfú recuerda las enseñanzas de su viejo maestro, Kunfú les pega una soberana paliza. A mí mamá no le gustaba la serie porque decía que él era demasiado tranquilo, que le hacían perrerías y no reaccionaba y la ponía nerviosa, con lo cual la pobre no miraba el final y se perdía la orgía de patadas voladoras, como un Chuck Norris avant garde.
- ¡Combate!: Un icono protagonizado por Vic Morrow. Ambientada en la Segunda Guerra Mundial, narraba las mil y una desventuras de un pelotón norteamericano en plan "el show del estereotipo". Tenían unas metralletas Thompson que ya quisiera cualquier combatiente: podían disparar desde la cadera contra una masa de soldados, y caían sólo los alemanes. Cuando se incorporaba alguien al pelotón, malo: fijo que moría al final del capítulo, en brazos de Vic Morrow, que apretaba la mandíbula y miraba al horizonte, con muy malas intenciones para con los boches.
- La familia Ingalls (La casa de la pradera): De ésta no puedo hablar mucho porque no la veía. Demasiada azúcar y almíbar para mi gusto. Una visión idílica (demasiado idílica) de los colonos del Oeste, con un padre de familia que es como el reverso tenebroso de Homer Simpson. La pesadilla de un diabético, vamos.
- Kojak: Un calvo con chupetín, sonrisa ladeada y pistola. Uno de los policías más icónicos de la tele. Era una serie bastante simple, sin demasiados alardes, pero que tuvo éxito creo yo que por la personalidad de su protagonista, Telly Savalas. Su contraparte femenina era Mujer Policía, con la minifaldera Angie Dickinson, que era seguida en masa por los machos alfa de cada casa.
- El agente de CIPOL: Una disparatada serie de espías con gran éxito entre la chiquillería de aquellos años. Cuando el juego iba de espías, todos queríamos ser Napoleón Solo.
- El superagente 86: Si la anterior era disparatada, esta mítica creación de Mel Brooks lo era a la enésima potencia. Maxwell Smart y la agente 99 son un recuerdo entrañable, así como su sufrido jefe; por no hablar de los interminables artilugios que sacaban: el zapatófono, la cabina del silencio, el carrito de helados de los malos de la organización rival, KAOS... me ha quedado grabada una conversación entre dos de los malos: "¿oye, y porqué hablamos con acento alemán si somos de Minnesota?"
- Centro médico: el origen de todas las series de hospitales. Una especie de Anatomía de Grey, pero sin sexo. ¿Recuerdan la telenovela de médicos (espantosa) que miraba House -en horario laboral, claro-? Pues tal cual. Pasiones desatadas y violentas, diría Serrat, pero de medicina poco y nada.
Kwai Chang Caine |
En fin, podría llenar el blog de ellas, pero sería demasiado cansino... había tantas que una profesora mía me dijo una vez algo memorable: que el ministro de educación argentino era Spelling & Goldberg, en alusión a los productores de muchísimas de estas series. Después llegarían los fabulosos '80, las hombreras, Tony Manero, Sony Crockett con camiseta bajo la chaqueta blanca y otras cosas de las que charlaremos otro día. Hoy me quedo con el recuerdo de aquel armatoste en riguroso blanco y negro que alimentaba nuestras fantasías infantiles con ingenuas aventuras. Nunca fueron para mí tan evocadoras como las que me proporcionó Verne, por ejemplo, la lectura siempre le ganó a la televisión. Pero cumplieron un papel y las recuerdo con cariño, evocando aquellos años ingenuos y lejanos en los que los polis eran los buenos y los soldados eran duros, pero decentes. Quizá fue mejor así, no mancillar el territorio de la niñez con la brutalidad de la realidad... tiempo tenemos para darnos cuenta de que los buenos no siempre son tan buenos y que la vida es otra cosa. Pero este Peregrino agradece aquellos años de inocencia irrecuperable. No está mal haber creído, al menos por una vez en la vida, que la verdad y la justicia siempre triunfan al fin.