La muerte del Universo


Lo malo de las leyes de la naturaleza es que son implacables, y una de las más implacables es la segunda ley de la termodinámica. No, no voy a meter fórmulas ni cosas raras. La parte de la Segunda Ley que nos interesa es bastante sencilla, pero probablemente será la que selle la suerte final del Universo entero.
Lo que viene a decir es bastante inocuo a primera vista: que la entropía en cualquier sistema siempre crece. Ajá. ¿Y? Pues que la entropía, por decirlo crudamente, es la medida del desorden en un sistema. Todo (y cuando digo todo, quiero decir todo) tiende a volverse más desordenado con el tiempo. Veamos un ejemplo sencillo: echar unas gotas de tinta en un vaso de agua. Al hacerlo, veremos unas volutas preciosas de color en el líquido (parecidas a las galaxias, mira tú por donde). Describir el estado del vaso requiere mucha información: dónde y cómo se encuentra cada molécula de tinta con relación al agua. ¿Pero qué pasa al transcurrir el tiempo? Que la tinte se diluye, quedando finalmente una masa de agua coloreada… con muy poca información. Por tanto, podríamos decir que al principio el sistema (agua + tinta) se hallaba en un estado de baja entropía, y que ha terminado con un estado de alta entropía. El desorden, por decirlo así, ha triunfado, como consecuencia de la segunda ley.

Vale, decimos. ¿Y qué diablos tiene que ver un vaso con tinta con el Universo?. Pues que la misma ley rige a ambos, y el mismo camino seguirá el Universo entero. Tengamos en cuenta que estamos hablando de períodos de tiempo inimaginables. Centenares de miles de trillones de años es una cifra pequeña en estos casos… son escalas que la mente humana apenas alcanza a intuir (salvo en casos excepcionales, un Einstein o un Hawking). Pero en esas escalas de tiempo, no sólo las estrellas mueren, sino también las estructuras en gran escala, como las galaxias. La idea es escandalosamente sencilla: si las estrellas mueren cuando se agota su combustible nuclear… las galaxias van muriendo a medida que sus estrellas se van apagando. A lo largo de incontables eones, las estrellas mueren y llegará un punto en el que no habrá otras que las reemplacen. Además, entran en escena los agujeros negros: esos enormes vórtices que tragan todo lo que se les acerca… a medida que en las galaxias vayan quedando menos objetos, los agujeros negros chocarán entre sí, lo cual es una mala noticia: por razones enrevesadas, la colisión de dos bichos de estos forma un superagujero, más grande que la suma de los dos originales.

Esta visión, que el Universo continuará expandiéndose y vaciándose se llama “muerte térmica”. Una tras otra, las estrella y galaxias irán tendiendo al estado de máxima entropía, o sea enfriándose hasta alcanzar la bajísima temperatura interestelar. Lenta, muy lentamente, el espacio irá vaciándose, sólo poblado por inmensos agujeros negros que ya no tendrán materia ni energía que absorber… los restos finales de las estrellas, alcanzado el equilibrio térmico con el espacio, permanecerán como cadáveres congelados en un Universo que sigue expandiéndose, pero sin actividad ninguna… sin luz, sin energía, sin materia.
Esta visión está sujeta a revisión por parte de algunos cosmólogos, que creen que esto no será así. De momento, miremos el firmamento estrellado, ya que hemos tenido la suerte de estar aquí en el momento adecuado para verlo.