Salvo un par de lectores que me conocen personalmente, este blog no cuenta nada específico acerca de mí, así que para que me conozcan un poco más voy a darles una breve reseña de la historia de mi familia.
A fines del siglo XIX el
explorador Sir Winswonton Stephenson Broomswick remontaba los rápidos del Alto
Mobongo, donde se encontró con Sir Robert Stanley. Naturalmente lo saludó
diciendo: “Dr Stanley, supongo”. Los dos
estaban muy solos y tuvieron relaciones sexuales. Fruto de esa unión nació
Coconga Kalunga
Broomswick Stanley, la cual fue abandonada de inmediato en una
aldea Masai. Cuando creció emigró en canoa a la Argentina (Coconga, no la aldea), donde conoció al
rabino disidente Kosher Ben Leví, que se empeñaba en interpretar el I Ching en
lugar de la Torah, por lo cual sufría destierro, lo cual es paradójico puesto que aún no existía el Estado de Israel, pero él se consideraba desterrado de todos modos.
Mi padre nació en un suburbio de
Kathmandú, Nepal, adonde mi abuelo, un monje indio disidente (la disidencia es
una característica genética de mi familia), huyó para salvarse de la ira de los
sacerdotes de Kali por haber ordeñado una cabra antes de haber completado el
recitado de los 124.935 mantras prescritos (eso fue un magnífico pretexto para no volver a tocar una cabra en su vida). Allí conoció (mi abuelo) a su futura
esposa, Kil Im Jing, una camarera japonesa de ascendencia coreana ex monja Zen
disidente (¡!), que se había largado de Japón debido a que según ella la discriminaban por su ascendencia (como si alguien pudiera distinguir un japonés de un coreano) y sobre todo debido a la moda: el uso del kimono y los horripilantes zuecos de madera con que los japos torturan a sus mujeres le estaba provocando una escoliosis a la altura de las lumbares, por no hablar de las magulladuras en la cara al pisarse el kimono e irse al suelo, bandeja de té incluída.
Las migraciones de mi familia. Coconga no manejaba bien la canoa |
Tras un tórrido romance de 26 horas de duración (tórrido porque
en Kathmandú hace un calor espantoso), se casaron por el rito
nepalí, que es como el rito zulú, pero en Nepal. O sea, en vez de negros grandotes, lo hacen unos achaparrados vestidos de naranja. No sé si me explico. Viendo que su tienda de
antigüedades falsificadas para turistas levantaba sospechas en el NBI (Nepal Bureau of Investigation), se
fueron a Argentina, cerrando el círculo de su peripecia vital.
En Buenos Aires tuvieron a Yoshinori Yoneyama Ravinandakashar, que de niña no destacó en nada especial, y de mayor tampoco. Estuvo un tiempo (locuras de juventud) con los Hare Krishna, pero la echaron por disentir acerca de la forma correcta de devoción, y porque tenía un gusto irrefrenable por el asado, pasando olímpicamente de la dieta vegetariana. Finalmente se dedicó a la enseñanza, y allí conoció a mi padre, Kalubu ben Kosher (hijo de Coconga y Kosher, claro). Pese a las diferencias culturales, ideológicas y demás, algo los unía, más fuerte incluso que el amor: la disidencia. Así que se casaron y nací yo, en el barrio más malevo de Buenos Aires.
Después crecí y ya está. Ahora estoy en España porque
disiento, aunque no acierto a explicarme acerca de qué.