Henry Morton Stanley |
Una de mis más antiguas pasiones es África. ¡África!, su solo nombre en la niñez me evocaba ideas de aventura y maravilla. Mis primeras ideas provenían de unos viejos libros llamados "El mundo pintoresco", en los cuales se veían aguerridos exploradores decimonónicos, gentes muy diferentes a mí y paisajes sobrecogedores. Mi primer sueño infantil no fué ser astronauta o bombero, sino explorador decimonónico, y vaya perreta me pillé cuando fuí cayendo en la cuenta de que esos espacios en blanco de los mapas de los antiguos libros que miraba estaba ya explorados hasta la extenuación y que no había nada por descubrir, por no hablar de que para ser explorador decimonónico con mi sahariana, mi fusil y mi salacot, había nacido más de un siglo tarde (andando el tiempo llegué a tener realmente un salacot, pero ésa es otra historia).
Esta fascinación no remitió con los años. En mi preadolescencia uno de mis libros canónicos fue "El atlas de nuestro tiempo", un libro con mapas físicos y políticos, y un repaso a distintas materias de la geografía. Mi centro de interés se desplazó del África Oriental y la sabana, con sus exploradores famosos (Burton, Speke, Livingstone y Stanley) al Sahel y el Sahara... conocí palabras mágicas como Timbuktú (Tombouctou en mi mapa), Mopti, con los acantilados de Bandiagara, hogar de los Dogon; las pinturas rupestres del Tassili des Ajjers, las minas de sal de Taoudenni y la caravana que la unía con Timbuktu, Agadés, capital del imperio Tuareg y tantos otros lugares. De tanto estudiar el mapa, era capaz de dibujar de memoria el mapa del Sahara, hasta con la posición de los pozos de agua y las rutas caravaneras.
Y los libros... tantos y tantos libros... "Las montañas de la Luna" del Capitán Burton (un tipo que llevó una vida de leyenda), "En busca del Dr. Livingstone" de Stanley, "La gran aventura africana" de Anne Hugon, donde conocí a una aventurera y exploradora singular, Mary Kingsley, especialista el el Golfo de Guinea, "Muerte en los pastizales" de Capstick, que me encandiló con sus relatos como guía de safari, "Aventura africana", con Angola como fondo... luego vendrían otras lecturas menos agradables pero igual de instructivas sobre esta tierra mártir: comencé a caer en la cuenta de a qué intereses servían muchas de esas personas a las que había admirado, conocí el expolio a que había sido sometido un continente entero, la crueldad salvaje que los había reducido a la condición de parias de la tierra... me sirvieron de revulsivo para poner las cosas en su justo término, y personas como Lumumba o Mandela se incorporaron al panteón de héroes blanquitos de mi infancia.
Suele hablarse de "la enfermedad de África", que te afecta la primera vez que la visitas, y que hace inevitable el regreso. Este peregrino espera, sinceramente, poder contraerla algún día.