Nasío pa matá |
Este es un juego de guerra (jugar a los soldaditos, vamos, de toda la vida... si me viera mi madre fijo que me diría "pero nene, a tu edad y jugando a los soldaditos... parece mentira"), pero replicando fielmente los uniformes y armas reales. Las réplicas de armas disparan bolitas duras de PVC biodegradable de 6mm de calibre, mediante aire no comprimido (llamado aire suave o airsoft, precisamente). No voy a dar la brasa con detalles técnicos o reglamentarios, sólo decir que el juego se basa por entero en la buena fe, ya que las bolitas no manchan como las de su hermano mayor el Paintball, que son bolas rellenas de pintura, y debes fiarte de que el contrario se dé por alcanzado cuando le das. Algunos jugadores adinerados llevan encima pequeñas fortunas en réplicas y equipamiento original de los respectivos ejércitos, otros nos conformamos con lo que producen nuestros amigos los chinos.
Coleridge decía que para disfrutar de un cuento de miedo debe haber una suspensión voluntaria de la incredulidad. Y aquí pasa lo mismo. Si no tienes el espíritu de un niño, si eres un adulto cerebral que dices "bah, para qué agacharme si no son balas de verdad, son bolitas de plástico", el juego no tiene sentido ni emoción. Y les puedo asegurar que si algo me sobra es capacidad para suspender la incredulidad e imaginación. Nunca este Peregrino soltó tanta adrenalina como en ciertas partidas de las buenas, cuando vas avanzando agazapado, un ojo en la mira del fusil y el otro intentando escrutar dónde diablos están escondidos esos malditos bastardos. Y el sobresalto que te llevas cuando sientes el seco ¡pac! del pildorazo en el casco o el chaleco y te das cuenta de que acaban de eliminarte, sin saber cómo, ni quién, ni dónde estaba.
Mi colección de uniformes |