No cabe duda de que la guerra es el fenómeno más brutal creado por el ser humano, pero aún así ejerce una extraña fascinación en este peregrino, desde que recuerde. Siendo pequeño aún, de vacaciones con la familia (aquellas vacaciones de familión, incluyendo tíos y primos), me metí, cómo no, en una librería, y una de mis parientes me regaló un libro que elegí: era una historia de la Segunda Guerra Mundial formada por cuatro libritos que se guardaban en una caja. Terminó literalmente desgastado, y fue mi primer encuentro con Patton, con Montgomery, con Rommel y Zhukov, pero sobre todo con los machacas, los hombres de a pie, los que sufren y mueren, los que se matan unos a otros casa por casa o en el barro de algún sitio perdido.
No toda la historia militar me interesa, ni todas sus facetas. La guerra es un fenómeno poliédrico total; tiene aspectos militares, obviamente, pero también legales, morales, técnicos, sexuales, psicológicos... es algo que engloba la totalidad de la experiencia humana. Como mi cabeza no da para abarcarlo todo, de la Antigüedad me he quedado con las Legiones romanas (las "picadoras de carne"), y luego he saltado directamente al siglo XX con Vietnam -guerra de la cual, en una época de mi vida, era capaz de explicar su desarrollo casi mes a mes- y naturalmente con la II guerra mundial. Diversos libros jalonan mi memoria, desde las imponentes (por la minuciosidad) memorias de los generales alemanes -Rommel, Von Manstein, Von Rundstendt- hasta los relatos de soldados de a pie, los más vívidos y los que más golpean mi conciencia.
Dentro de la vasta barbarie de la Segunda Guerra, en los últimos años me he especializado en su subproducto más horrendo, la Shoah u Holocausto, la "Solución Final al problema judío" para darle su nombre técnico. Hoy el Peregrino atesora una biblioteca entera sobre el tema, desde sus inicios con los pelotones asesinos en Polonia y la U.R.S.S. hasta el perfeccionamiento técnico que permitió el frenesí homicida de Treblinka o Sobibor. Realmente, es curioso que después de leer tanto sobre el tema no haya perdido definitivamente mi fe en el ser humano.
Curiosamente, todo lo que tengo sobre temas bélicos, desde las legiones hasta mi última adquisición sobre los Navy Seals, es ensayo, biografía o memorias, nunca novela (género que no me gusta mucho, pero ése es otro tema). Quizá instintivamente creo que es un tema tan serio que en él no caben veleidades imaginativas; la única excepción la constituye un escritor olvidado, el gran Jean Lartéguy, el cronista de las guerras francesas de Indochina y Argelia. Pero en su caso tiene disculpa: fue soldado toda su vida, desde los diecisiete años en la Guerra Civil Española hasta recibir metralla de granada en las piernas en Corea, pasando por la Segunda Guerra... tiene autoridad para hablar.
En fin, para compensar, les prometo que mi próxima entrada hablará de un tema más alegre, aunque no exento de controversia. No todo han de ser lágrimas en esta vida.